La leyenda narra la historia de un ilustre samurái que residía en las proximidades de Tokio. Pese a su avanzada edad, el anciano se consagraba a impartir las enseñanzas del arte zen a los jóvenes. A pesar de su longevidad, su destreza en el combate seguía siendo insuperable, según cuentan.
Un día, un guerrero famoso por su total carencia de principios llegó a la región. Ansiaba derrotar al anciano samurái con la intención de consolidar su renombre. Ante este reto, el venerable maestro aceptó el enfrentamiento. Así, el joven guerrero desató su vil lengua, arrojándole piedras, escupiendo en su semblante y profiriendo insultos y ultrajes contra sus ancestros. Durante horas, intentó todo tipo de artimañas para incitarlo, pero el sabio samurái permaneció estoico e imperturbable. Al finalizar el día, exhausto y humillado, el joven guerrero se retiró.
Los discípulos que presenciaron este episodio, asombrados por la escena, cuestionaron al anciano maestro zen cómo había logrado soportar semejantes injurias sin mover ni un músculo. A lo cual, el maestro replicó: «Si alguien se acerca a ustedes portando un regalo y ustedes optan por no aceptarlo, ¿a quién pertenece dicho regalo?» Uno de los discípulos respondió: «Al individuo que intentó entregarlo». «Exactamente», asintió el maestro. «Este mismo principio se aplica a las ofensas, la ira, la difamación y los insultos. Cuando no se les da cabida, continúan siendo propiedad de aquel que los trae consigo».
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Esta leyenda nos transmite una valiosa enseñanza sobre la manera en que podemos enfrentar las adversidades y los ataques verbales en la vida. A través de la historia del anciano samurái que permanece imperturbable frente a los insultos y ofensas del joven guerrero, se nos presenta la idea de que podemos elegir cómo reaccionar ante los desafíos y provocaciones que encontramos.
El mensaje principal es que cuando alguien nos ataca verbalmente o intenta herirnos con sus palabras, tenemos la opción de no permitir que esas ofensas nos afecten. Al igual que el anciano samurái que no acepta los insultos y los mantiene como pertenencia del agresor, podemos optar por no internalizar las palabras dañinas y no permitir que nos afecten emocionalmente. Al no darles poder sobre nosotros, podemos mantener nuestra paz interior y nuestra serenidad, incluso en medio de situaciones difíciles.
Además también nos insta a ser conscientes de nuestras reacciones y a no dejarnos arrastrar por la negatividad. Al no reaccionar impulsivamente a los ataques verbales, demostramos un control emocional y mental que nos permite mantener el equilibrio y la fortaleza interior.
La leyenda nos anima a cultivar la habilidad de no permitir que las palabras hirientes y los insultos nos afecten profundamente, y nos recuerda que tenemos el poder de elegir cómo responder a las adversidades de manera que podamos mantener nuestra calma y dignidad.
Dicho de otro modo, esta leyenda nos quiere decir que no debemos dejarnos afectar por las provocaciones de los demás, sino mantener la calma y la serenidad. El viejo Samurái nos enseña que la mejor forma de vencer a un adversario es no entrar en su juego, sino ignorar sus ataques y no darle importancia. Así, el que intenta ofendernos se queda sin poder y sin razón. El cuento nos invita a reflexionar sobre cómo reaccionamos ante las situaciones difíciles y cómo podemos controlar nuestras emociones.
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